Rubén Passet Lastra
Dada la trascendencia que ha adquirido en el mundo la raza Dogo Argentino y la serie de versiones sobre sus orígenes, aptitudes y conformación, se hace necesario, basándose en concretos datos de estricta autenticidad, establecer la total veracidad de aquellas.
Debemos empezar por establecer la verdad histórica, que, pese a estar al alcance fácil de cualquier estudioso, ya que es una de las poquísimas razas que los propios creadores han dejado establecido cada uno de los elementos genético - radicales usados y cuál es la finalidad con que se los incorporó, hay quienes se permiten emitir teorías completamente alejadas de la palpable realidad.
Hoy podemos ofrecer estas límpidas conclusiones los que tuvimos la suerte de abrevar en la fuente creadora y que aunque confiamos plenamente en ella, la podemos ratificar con tareas investigativas atestiguadas por serias personalidades que, de una u otra forma, colaboraron, presenciaron las tareas de cruzamiento y hasta en algunos casos aportaron ejemplares consagrados a efectuar las mestizaciones tendientes a la consecución del objetivo aspirado.
Lo antedicho nos ha conducido a finales del siglo XIX y principios del actual siglo XX en la muy mediterránea argentina provincia de Córdoba donde las costumbres hispanas habían quedado prendidas en diferentes aspectos de la vida y que se reflejaban en el alboroto que producía la rondalla "Juventud de España" al pasar por las calles de la capital, o las romerías destellantes de colores de los mantones o los sones de dulzainas y gaitas llenando los aires de hispánica gracia y si bien no llegaron incorporar a las costumbres las corridas de toros las reemplazaron por la riña de gallos y la más brutal y emotiva pelea de perros.
Tiempos de peleas y apuestas
Fue así que, en oscuros galpones de los suburbios o en las quintas, muchas veces lujosas, donde el derroche del poder en sus diferentes formas se manifestaban en sus respectivas capacidades apostativas, hacían de las riñas caninas el motivo de las reuniones de fin de semana.
Lo antecedente fue motivo para que se criaran y se seleccionaran perros destinados a las cada vez más cruentas peleas.
Se usaron los de razas puras o mestizos y se idearon cruzamientos destinados a aumentar la capacidad pugnativa de los destinados a esas contiendas. De esas combinaciones hubo una fórmula más asiduamente repetida por exitosa. Era la integrada Bull Terriers, Boxers, algunas veces Bulldog Inglés y muy insistentemente unos mastines heredados de los conquistadores españoles y que llegaron a Córdoba en su deambular por las tierras de esta parte de América.
Estos perros resultaban algo así como invencibles en los reñideros de aquellas épocas.
Tenían tamaño y contextura que los hacían respetables ante sus rivales. De una insensibilidad extrema ante los dolores proporcionados por el trámite de aquellas bárbaras confrontaciones. Su valor era tal, que podían llegar al sacrificio de sus vidas antes que ceder en el combate.
Tal llegó a ser su eficacia que se convirtieron en triunfadores exclusivos y como consecuencia la crianza de los peleadores se hizo casi únicamente con estos perros, formándose verdaderas familias y cruzándolos entre ellos hasta formar una verdadera raza a la que se denominó en un principio como "Perro de Pelea Cordobés" y más tarde "Viejo Perro de Pelea Cordobés".
Las peleas y con ellas los perros que aquí evocamos, se hicieron cada vez más populares.
No podría dejarse de tocar el tema en el patriarcal hogar del Dr. Antonio Nores y la señora Isabel Martínez Berrotarán, ya que el jefe de familia además de caballeresco galeno era cazador y cinófilo de alma.
Entre elogios y críticas se desliza han en estas conversaciones, que era lamentable que tanta bravura, tanto coraje y eficiencia para la lucha se derrochara en actos tan inútiles. Además, seguramente llegaría un día en que tales manifestaciones serían prohibidas, como ocurría en otros países y los ruedos quedarían vacíos y tras ellos desaparecerían estos bravo ejemplares. Tal vez si se lo convirtiera en actores de luchas útiles su bravura sería noblemente considerada y salvado su destino.
Surge la Idea del perro de caza mayor
Este razonamiento quedó prendido en la cabecita del entonces niño homónimo de su padre y cuando llegó a los límites de la adolescencia y regresando de haber presenciado con su hermano Agustín una pelea de los peleadores cordobeses le participó a éste su decisión de transformar el árido luchador en un perro de caza mayor útil, porque su combatividad se emplearía para batir las plagas animales que depredaban el agro, como lo eran el jabalí, el puma, el zorro colorado, algunas otras especies, autóctonas o no, que pululaban sobre todo en lo montes que les servían de refugio.
Desde ese momento los dos hermanos, Antonio y Agustín Nores Martínez, consagraron los momentos que así se lo permitían sus estudios a la elaboración de la nueva raza.
De no ser que adjudico a una ignorancia supina o, al menos, a una falta de información fundamental, calificaría de calumniosa la afirmación de algunos pretendidos mentores de la raza criolla, que arriesgan afirmar que en principio los Nores Martínez quisieron hacer una raza de perro de pelea o querer dudar si fue una decena el número de razas utilizadas para la consecución de ese soberbio cánido de Caza Mayor.
A efectos de reproducir la verdad histórica, aún a riesgo de aparecer ante el lector como reiterador de cuestiones conocidas por los medianamente informados sobre Dogos o caer en el extremado detallismo expondré a continuación los porqués, cómo, con quién y de quién se obtuvieron los elementos constitutivos del sujeto motivo de esta.
Comenzaremos por desvirtuar el infundio de que el primitivo propósito fue el de hacer un perro de pelea.
¿Valía la pena producir mas de lo mismo?
Aunque no existieran, y existen expresas declaraciones de la autoría de la raza, para comprobar que en ningún momento se tuvo ni remotamente aquel objetivo, basta decir que los primeros cruzamientos se hicieron con ejemplares de la raza Pointer y a continuación con Gran Danés, razas ambas ineptas para la finalidad que se pretende imputar. Además, teniendo como base el exitoso peleador cordobés ¿Valía la pena ponerse a trabajar en semejante tarea para producir más de lo mismo?
Por el contrario la propuesta de convertir el impráctico peleador en un útil perro de Caza Mayor destinado a combatir las especies que dañaban el agro, no solo justifica la magnitud del intento, sino también la inclusión de una raza como el Pointer que probablemente dotaría de sus grandes condiciones olfativas al nuevo ser ideado, virtud de la que el usado como base era totalmente carente y que, sin duda alguna sería imprescindible para la futura función de ubicar y perseguir a la salvajina.
Comenzando con el Pointer traído de Francia
El primer Pointer que ingresa en la formación de la raza fue un importado de Francia que el Ingeniero Miguel Arrambide le había obsequiado al padre de los Nores, llamado "Zug de Tregroaz".
La incorporación anterior dio resultado, los cachorros obtenidos comenzaban a tener condiciones olfativas, en vista de ello se insistió con la misma sangre, usando para ello un hijo de "Zug" y de la perra francesa "Hantipe Saint Fargeant" que se llamaba "Champion".
El éxito de la combinación estribó en gran parte que los dos animales importados antes mencionados eran merecidos campeones de estructura y trabajo en su tierra natal.
En Búsqueda de las dotes olfativas
El constante deseo de proporcionar dotes olfativas venteadoras en los sucesivos cruzamientos es que se usan otros Pointer y hasta en la reconstrucción efectuada por Agustín Nores Martínez, nos cupo intermediar en un envío de un ejemplar por parte de Dr. Magnelli Ferrari a Esquel para realizar uno de los últimos cruzamientos en esta segunda etapa que serviría de punto de partida para todos los Dogos Argentinos con pedigree en todo el mundo.
Pero no todo era conseguir un perro valiente capaz de arriesgar su vida en la lucha y poseedor de un gran olfato que le permita detectar la presencia de la presa a distancia y en su encarne. Había que resolver el problema que, una vez ubicada aquella y enfrentada, no habría que darle oportunidad que impusiera su potencia ante un luchador de no mucha talla y peso, que, aun en jauría de cuatro o cinco, estaba muy debajo del peso de un chancho que en oportunidades superaba los doscientos kilos.
En la búsqueda de peso y tamaño y cabeza
En búsqueda de la solución a este problema de tamaño y peso los Nores Martínez recurrieron al servicio de un Gran Danés, el "Ney", también de propiedad de su padre e hijo de una perra de pedigree propiedad de su tío Rogelio Martínez, llamada "Tigresa de Basquerville" y de "Sultán", cuyo propietario, el señor Gastón Degoy era dueño del hotel "Kiosco Parisien" en la localidad de Santa Rosa de Río Primero de la provincia de Córdoba.
Como el problema del tamaño fue una constante para Antonio Nores Martínez y su colaborador hermano se usó en los cruzamientos a "Fox", un gigantesco Gran Danés, hijo de ejemplares importados de Alemania por el que fuera Director del Zoológico de Córdoba, señor Sherer. Este perro era de propiedad de don Carlos Cuadro del Viso, y se lo uso varías veces en el trabajo genético, aún cuando ya Agustín residía en Esquel.
Los Daneses no solo dieron peso tamaño sino que otorgaron cabeza a nuevo espécimen.
Todavía faltaba una poderosa mordida
Otras necesidades acuciaban para conseguir el Cazador Mayor anhelado. Una y principal era obtener la más amplia y poderosa mordida, producto de una correlacionada mandíbula. El encargado de transmitir semejante condición fue el rechoncho y musculoso Dogo de Burdeos, quizá no muy puro, que proporcionó don Nicolás Milkelevich, que en la Falda del Carmen, lugar cercano a Alta Gracia, era encargado de un campo perteneciente al Dr. Antonio Nores (padre).
Si de la pureza de sangre se podía tener algunas dudas, no así de su tipo y de la capacidad de lucha contra los pumas de la que hizo gala reiterativa mente.
Sobre este cruzamiento no se insistió en demasía, pues al creador de la raza no le gustaba la tonalidad amarillenta que transmitía el pelo y que era muy difícil de eliminar.
Sin embargo también se usó un descendiente de ese perro fruto del cruzamiento con una perra Bull Terrier que el mismo Milkelevich proporcionó a los creadores.
El propósito de incluir genes de Irish Wolfhound para incentivar el espíritu de lucha contra las fieras y aumentar el tamaño, no pudo ser cumplido en un principio por un ejemplar puro ya que esos Galgos Irlandeses fueron siempre difíciles de conseguir en nuestro país. Hubo que recurrir a "Nahuel" que era hijo de una perra pura importada por la señora Alicia Lalor de Parodi Cantilo que con su esposo eran propietarios del hotel Tunkeleng de Bariloche y que habiendo traído la perra de Irlanda y no consiguiendo aquí macho para servirla, resolvieron aparearla con un Danés. Naciendo de dicha unión "Nahuel" y "Don Patricio" que resultaron excelentes cazadores de jabalíes.
Introduciendo Irish Wolfhound Puros
Recién, tiempo después, se usaron en los cruzamientos Irish Wolfhound puros de pedigree, como lo fueron "Max de Wipoomil" y una hembra, importados por ese gran maestro del periodismo que fue Don Natalio Botana, director del legendario diario "Crítica".
Es recién, cuando Agustín Nores Martínez ocupa la Embajada Argentina en Canadá es que a pedido de su hermano Antonio trae a "Gelert of Tipperi" y más tarde a la Campeona Americana y Canadiense "Sheela Alana de Otawa", quienes tuvieron por misión, además de la faz instintiva propia de los perros de caza, el solucionar problemas de perdida de tamaño. Razonable obsesión: la falta de tamaño. Pensar que hay jueces que se pasan queriendo limitar la altura, sin darse cuenta que los creadores de la raza lo que realmente limitaron fue la falta de tamaño y armonía.
El aporte del Mastín de los Pirineos
En el cocktail de razas que se van integrando llegamos a una que acentuará el blanco manto, lo hará adaptable a todos los climas, rústico y fuerte y acentuará tamaño, altura y talla. Nos estamos refiriendo al Mastín de los Pirineos, que hizo su aporte mediante dos ejemplares importados de los Estados Unidos procedentes del criadero de Marjorie Butcher ubicado en Nueva York.
Estos ejemplares, que llevan los números uno y dos del Registro Genealógico del Kennel Club Argentino, están inscriptos con los nombres de "Cote du Neige Pavanne" y "Cote de Neige Pavanne du Nort" respectivamente y que Agustín Nores Martínez llama familiarmente por sus apodos de "Josefina" y "Napoleón". Estos pirenaicos hicieron al Dogo Argentino heredero de las virtudes esperadas, pero también le ligaron sus característicos dedos aberrantes que aún aparecen en algunos ejemplares.
Hemos referenciado sin seguir un orden cronológico algunas de las razas de las que se sirvieron los creadores para conseguir el extraordinario y único perro originario de nuestro país y así reconocido por las instituciones directivas de la cinofilia argentina así como por la Federación Cinológica Internacional, pero para completar el panorama de su formación nos resta referirnos al grupo racístico que integró la unidad fundamental y quienes reingresaron para reasegurar atavismos convenientes. El Perro de Pelea Cordobés se había nutrido de los genes de los Mastines que habían traído los españoles colonizadores, de los Bull Terriers, Boxers y Bulldog Inglés. De estos mismos se creyó conveniente reingresarlos para reforzar algunas de las condiciones loables y que no se querían disminuir o quizá perder definitivamente. Fue así que los Bulldog Inglés que aportaban su cuota de tenacidad y amplitud de pecho se reincorporaron con un perro perteneciente a un señor Brusco, pero cuyo nombre y número de pedigree no pudimos confirmar y otro ejemplar totalmente blanco y que tenia el muy británico nombre de "John Bull" y era de propiedad de Dr. José Arce, quien lo había importado de Inglaterra.
Como dato anecdótico pero valedero para la historia de los Dogos registrados haremos una referencia a un Bulldog de pertenencia de don Benito Demaría a cuya casa de la calle Rafaela de Buenos Aires hubimos de concurrir para usarlo en la reconstrucción de la raza.
Fortificando la Insensibilidad al dolor
Los Bull Terriers fortificaron la aptitud de insensibilidad al dolor, tan necesaria en un combatiente contra los poderosos enemigos que diezman la industria agropecuaria, tuvieron su encargado de transmitir el refuerzo de esos dones por intermedio de "Centauro" de propiedad del Mayor Sebastián Baldasarre y que en 1930 llegó a Córdoba procedente de La Plata. Otro Bull Terrier que insufló las mismas condiciones del anterior fue "Don Quijote de la Mancha" (para los "íntimos" "Don Key") hijo de perros importados de Inglaterra por la familia Martínez de Hoz. Hubo algunos otros servicios de esta británica raza, pero entre ellos alguno que transmitió su sordera, mal que costo mucho eliminar.
Pese a que la raza Boxer o Bulldog Alemán como se lo denominaba en los principios del siglo XX en Córdoba, no ha sido discutido cointegrante de la fórmula genética del Perro de Pelea Cordobés ni la posterior participación en la formación de nuestro Dogo Argentino, sólo se los recuerda por haber pertenecido a quienes fueron sus propietarios y es así como se menciona a ciencia cierta como la cobertura del perro de los doctores Cafferata o del boxer del que después fuere Vice presidente de la República Argentina, Dr. Enrique Martínez.
Un cocktail de 10 maravillosas razas
Con lo referido hemos puesto en evidencia, con claras evocaciones la evolución que con sacrificio, sapienza, y tenacidad convirtió el perro de Pelea Cordobés en la primera raza argentina, además queda debidamente acreditado que la composición genética es el producto de la conjunción de diez razas, las que enumeramos a continuación indicando la cualidad virtual transmitida y así tenemos que el Perro de Pelea Cordobés legó a sus descendientes combatividad, el Pointer: venteo olfativo, el Gran Danés: tamaño, el Boxer: mansedumbre y vivacidad, el Bull Terrier: insensibilidad al dolor, El Mastín de los Españoles: rusticidad y potencia, el Bulldog Inglés: proporcionó amplitud de pecho y valor, el Dogo de Burdeos: mandíbula contundente, el Irish Wolfhound: instinto de cazador de fieras y el Mastín de los Pirineos: complementaría el cuadro dándole al nuevo ejemplar de Caza Mayor el color blanco y el tamaño, tan necesarios para la función que se dedicaba el cánido que nos ocupa.
Sería pecar de ingenuidad creer que todos los pasos descriptos fueron firmes y sin contratiempos. Muchas fueron las veces que hubo de darse marcha atrás y eliminar lechigadas enteras, pero al final el trabajo tozudo conseguía del éxito buscado.
Los dos hermanos mancomunados en aquel esfuerzo, Antonio Nores Martínez y Agustín Nores Martínez, el primero como ideólogo y el segundo como colaborador y a la postre realizador de la raza deben ser considerados en un pie de igualdad en la autoría del Dogo Argentino, porque si bien primero fue proyecto la realización, los dos trabajaron en ella desde el primer día conjuntamente y el segundo dio las puntadas finales, fue el gran difusor y por fin obtuvo, mediante denodados esfuerzos de toda índole el reconocimiento de la raza por la Federación Cinológica Argentina el 23 de marzo de 196 4, la Sociedad Rural Argentina el 20 de Mayo del mismo año y la Federación Cinológica Internacional nueve años más tarde.
Rubén Passet Lastra
Debemos empezar por establecer la verdad histórica, que, pese a estar al alcance fácil de cualquier estudioso, ya que es una de las poquísimas razas que los propios creadores han dejado establecido cada uno de los elementos genético - radicales usados y cuál es la finalidad con que se los incorporó, hay quienes se permiten emitir teorías completamente alejadas de la palpable realidad.
Hoy podemos ofrecer estas límpidas conclusiones los que tuvimos la suerte de abrevar en la fuente creadora y que aunque confiamos plenamente en ella, la podemos ratificar con tareas investigativas atestiguadas por serias personalidades que, de una u otra forma, colaboraron, presenciaron las tareas de cruzamiento y hasta en algunos casos aportaron ejemplares consagrados a efectuar las mestizaciones tendientes a la consecución del objetivo aspirado.
Lo antedicho nos ha conducido a finales del siglo XIX y principios del actual siglo XX en la muy mediterránea argentina provincia de Córdoba donde las costumbres hispanas habían quedado prendidas en diferentes aspectos de la vida y que se reflejaban en el alboroto que producía la rondalla "Juventud de España" al pasar por las calles de la capital, o las romerías destellantes de colores de los mantones o los sones de dulzainas y gaitas llenando los aires de hispánica gracia y si bien no llegaron incorporar a las costumbres las corridas de toros las reemplazaron por la riña de gallos y la más brutal y emotiva pelea de perros.
Tiempos de peleas y apuestas
Fue así que, en oscuros galpones de los suburbios o en las quintas, muchas veces lujosas, donde el derroche del poder en sus diferentes formas se manifestaban en sus respectivas capacidades apostativas, hacían de las riñas caninas el motivo de las reuniones de fin de semana.
Lo antecedente fue motivo para que se criaran y se seleccionaran perros destinados a las cada vez más cruentas peleas.
Se usaron los de razas puras o mestizos y se idearon cruzamientos destinados a aumentar la capacidad pugnativa de los destinados a esas contiendas. De esas combinaciones hubo una fórmula más asiduamente repetida por exitosa. Era la integrada Bull Terriers, Boxers, algunas veces Bulldog Inglés y muy insistentemente unos mastines heredados de los conquistadores españoles y que llegaron a Córdoba en su deambular por las tierras de esta parte de América.
Estos perros resultaban algo así como invencibles en los reñideros de aquellas épocas.
Tenían tamaño y contextura que los hacían respetables ante sus rivales. De una insensibilidad extrema ante los dolores proporcionados por el trámite de aquellas bárbaras confrontaciones. Su valor era tal, que podían llegar al sacrificio de sus vidas antes que ceder en el combate.
Tal llegó a ser su eficacia que se convirtieron en triunfadores exclusivos y como consecuencia la crianza de los peleadores se hizo casi únicamente con estos perros, formándose verdaderas familias y cruzándolos entre ellos hasta formar una verdadera raza a la que se denominó en un principio como "Perro de Pelea Cordobés" y más tarde "Viejo Perro de Pelea Cordobés".
Las peleas y con ellas los perros que aquí evocamos, se hicieron cada vez más populares.
No podría dejarse de tocar el tema en el patriarcal hogar del Dr. Antonio Nores y la señora Isabel Martínez Berrotarán, ya que el jefe de familia además de caballeresco galeno era cazador y cinófilo de alma.
Entre elogios y críticas se desliza han en estas conversaciones, que era lamentable que tanta bravura, tanto coraje y eficiencia para la lucha se derrochara en actos tan inútiles. Además, seguramente llegaría un día en que tales manifestaciones serían prohibidas, como ocurría en otros países y los ruedos quedarían vacíos y tras ellos desaparecerían estos bravo ejemplares. Tal vez si se lo convirtiera en actores de luchas útiles su bravura sería noblemente considerada y salvado su destino.
Surge la Idea del perro de caza mayor
Este razonamiento quedó prendido en la cabecita del entonces niño homónimo de su padre y cuando llegó a los límites de la adolescencia y regresando de haber presenciado con su hermano Agustín una pelea de los peleadores cordobeses le participó a éste su decisión de transformar el árido luchador en un perro de caza mayor útil, porque su combatividad se emplearía para batir las plagas animales que depredaban el agro, como lo eran el jabalí, el puma, el zorro colorado, algunas otras especies, autóctonas o no, que pululaban sobre todo en lo montes que les servían de refugio.
Desde ese momento los dos hermanos, Antonio y Agustín Nores Martínez, consagraron los momentos que así se lo permitían sus estudios a la elaboración de la nueva raza.
De no ser que adjudico a una ignorancia supina o, al menos, a una falta de información fundamental, calificaría de calumniosa la afirmación de algunos pretendidos mentores de la raza criolla, que arriesgan afirmar que en principio los Nores Martínez quisieron hacer una raza de perro de pelea o querer dudar si fue una decena el número de razas utilizadas para la consecución de ese soberbio cánido de Caza Mayor.
A efectos de reproducir la verdad histórica, aún a riesgo de aparecer ante el lector como reiterador de cuestiones conocidas por los medianamente informados sobre Dogos o caer en el extremado detallismo expondré a continuación los porqués, cómo, con quién y de quién se obtuvieron los elementos constitutivos del sujeto motivo de esta.
Comenzaremos por desvirtuar el infundio de que el primitivo propósito fue el de hacer un perro de pelea.
¿Valía la pena producir mas de lo mismo?
Aunque no existieran, y existen expresas declaraciones de la autoría de la raza, para comprobar que en ningún momento se tuvo ni remotamente aquel objetivo, basta decir que los primeros cruzamientos se hicieron con ejemplares de la raza Pointer y a continuación con Gran Danés, razas ambas ineptas para la finalidad que se pretende imputar. Además, teniendo como base el exitoso peleador cordobés ¿Valía la pena ponerse a trabajar en semejante tarea para producir más de lo mismo?
Por el contrario la propuesta de convertir el impráctico peleador en un útil perro de Caza Mayor destinado a combatir las especies que dañaban el agro, no solo justifica la magnitud del intento, sino también la inclusión de una raza como el Pointer que probablemente dotaría de sus grandes condiciones olfativas al nuevo ser ideado, virtud de la que el usado como base era totalmente carente y que, sin duda alguna sería imprescindible para la futura función de ubicar y perseguir a la salvajina.
Comenzando con el Pointer traído de Francia
El primer Pointer que ingresa en la formación de la raza fue un importado de Francia que el Ingeniero Miguel Arrambide le había obsequiado al padre de los Nores, llamado "Zug de Tregroaz".
La incorporación anterior dio resultado, los cachorros obtenidos comenzaban a tener condiciones olfativas, en vista de ello se insistió con la misma sangre, usando para ello un hijo de "Zug" y de la perra francesa "Hantipe Saint Fargeant" que se llamaba "Champion".
El éxito de la combinación estribó en gran parte que los dos animales importados antes mencionados eran merecidos campeones de estructura y trabajo en su tierra natal.
En Búsqueda de las dotes olfativas
El constante deseo de proporcionar dotes olfativas venteadoras en los sucesivos cruzamientos es que se usan otros Pointer y hasta en la reconstrucción efectuada por Agustín Nores Martínez, nos cupo intermediar en un envío de un ejemplar por parte de Dr. Magnelli Ferrari a Esquel para realizar uno de los últimos cruzamientos en esta segunda etapa que serviría de punto de partida para todos los Dogos Argentinos con pedigree en todo el mundo.
Pero no todo era conseguir un perro valiente capaz de arriesgar su vida en la lucha y poseedor de un gran olfato que le permita detectar la presencia de la presa a distancia y en su encarne. Había que resolver el problema que, una vez ubicada aquella y enfrentada, no habría que darle oportunidad que impusiera su potencia ante un luchador de no mucha talla y peso, que, aun en jauría de cuatro o cinco, estaba muy debajo del peso de un chancho que en oportunidades superaba los doscientos kilos.
En la búsqueda de peso y tamaño y cabeza
En búsqueda de la solución a este problema de tamaño y peso los Nores Martínez recurrieron al servicio de un Gran Danés, el "Ney", también de propiedad de su padre e hijo de una perra de pedigree propiedad de su tío Rogelio Martínez, llamada "Tigresa de Basquerville" y de "Sultán", cuyo propietario, el señor Gastón Degoy era dueño del hotel "Kiosco Parisien" en la localidad de Santa Rosa de Río Primero de la provincia de Córdoba.
Como el problema del tamaño fue una constante para Antonio Nores Martínez y su colaborador hermano se usó en los cruzamientos a "Fox", un gigantesco Gran Danés, hijo de ejemplares importados de Alemania por el que fuera Director del Zoológico de Córdoba, señor Sherer. Este perro era de propiedad de don Carlos Cuadro del Viso, y se lo uso varías veces en el trabajo genético, aún cuando ya Agustín residía en Esquel.
Los Daneses no solo dieron peso tamaño sino que otorgaron cabeza a nuevo espécimen.
Todavía faltaba una poderosa mordida
Otras necesidades acuciaban para conseguir el Cazador Mayor anhelado. Una y principal era obtener la más amplia y poderosa mordida, producto de una correlacionada mandíbula. El encargado de transmitir semejante condición fue el rechoncho y musculoso Dogo de Burdeos, quizá no muy puro, que proporcionó don Nicolás Milkelevich, que en la Falda del Carmen, lugar cercano a Alta Gracia, era encargado de un campo perteneciente al Dr. Antonio Nores (padre).
Si de la pureza de sangre se podía tener algunas dudas, no así de su tipo y de la capacidad de lucha contra los pumas de la que hizo gala reiterativa mente.
Sobre este cruzamiento no se insistió en demasía, pues al creador de la raza no le gustaba la tonalidad amarillenta que transmitía el pelo y que era muy difícil de eliminar.
Sin embargo también se usó un descendiente de ese perro fruto del cruzamiento con una perra Bull Terrier que el mismo Milkelevich proporcionó a los creadores.
El propósito de incluir genes de Irish Wolfhound para incentivar el espíritu de lucha contra las fieras y aumentar el tamaño, no pudo ser cumplido en un principio por un ejemplar puro ya que esos Galgos Irlandeses fueron siempre difíciles de conseguir en nuestro país. Hubo que recurrir a "Nahuel" que era hijo de una perra pura importada por la señora Alicia Lalor de Parodi Cantilo que con su esposo eran propietarios del hotel Tunkeleng de Bariloche y que habiendo traído la perra de Irlanda y no consiguiendo aquí macho para servirla, resolvieron aparearla con un Danés. Naciendo de dicha unión "Nahuel" y "Don Patricio" que resultaron excelentes cazadores de jabalíes.
Introduciendo Irish Wolfhound Puros
Recién, tiempo después, se usaron en los cruzamientos Irish Wolfhound puros de pedigree, como lo fueron "Max de Wipoomil" y una hembra, importados por ese gran maestro del periodismo que fue Don Natalio Botana, director del legendario diario "Crítica".
Es recién, cuando Agustín Nores Martínez ocupa la Embajada Argentina en Canadá es que a pedido de su hermano Antonio trae a "Gelert of Tipperi" y más tarde a la Campeona Americana y Canadiense "Sheela Alana de Otawa", quienes tuvieron por misión, además de la faz instintiva propia de los perros de caza, el solucionar problemas de perdida de tamaño. Razonable obsesión: la falta de tamaño. Pensar que hay jueces que se pasan queriendo limitar la altura, sin darse cuenta que los creadores de la raza lo que realmente limitaron fue la falta de tamaño y armonía.
El aporte del Mastín de los Pirineos
En el cocktail de razas que se van integrando llegamos a una que acentuará el blanco manto, lo hará adaptable a todos los climas, rústico y fuerte y acentuará tamaño, altura y talla. Nos estamos refiriendo al Mastín de los Pirineos, que hizo su aporte mediante dos ejemplares importados de los Estados Unidos procedentes del criadero de Marjorie Butcher ubicado en Nueva York.
Estos ejemplares, que llevan los números uno y dos del Registro Genealógico del Kennel Club Argentino, están inscriptos con los nombres de "Cote du Neige Pavanne" y "Cote de Neige Pavanne du Nort" respectivamente y que Agustín Nores Martínez llama familiarmente por sus apodos de "Josefina" y "Napoleón". Estos pirenaicos hicieron al Dogo Argentino heredero de las virtudes esperadas, pero también le ligaron sus característicos dedos aberrantes que aún aparecen en algunos ejemplares.
Hemos referenciado sin seguir un orden cronológico algunas de las razas de las que se sirvieron los creadores para conseguir el extraordinario y único perro originario de nuestro país y así reconocido por las instituciones directivas de la cinofilia argentina así como por la Federación Cinológica Internacional, pero para completar el panorama de su formación nos resta referirnos al grupo racístico que integró la unidad fundamental y quienes reingresaron para reasegurar atavismos convenientes. El Perro de Pelea Cordobés se había nutrido de los genes de los Mastines que habían traído los españoles colonizadores, de los Bull Terriers, Boxers y Bulldog Inglés. De estos mismos se creyó conveniente reingresarlos para reforzar algunas de las condiciones loables y que no se querían disminuir o quizá perder definitivamente. Fue así que los Bulldog Inglés que aportaban su cuota de tenacidad y amplitud de pecho se reincorporaron con un perro perteneciente a un señor Brusco, pero cuyo nombre y número de pedigree no pudimos confirmar y otro ejemplar totalmente blanco y que tenia el muy británico nombre de "John Bull" y era de propiedad de Dr. José Arce, quien lo había importado de Inglaterra.
Como dato anecdótico pero valedero para la historia de los Dogos registrados haremos una referencia a un Bulldog de pertenencia de don Benito Demaría a cuya casa de la calle Rafaela de Buenos Aires hubimos de concurrir para usarlo en la reconstrucción de la raza.
Fortificando la Insensibilidad al dolor
Los Bull Terriers fortificaron la aptitud de insensibilidad al dolor, tan necesaria en un combatiente contra los poderosos enemigos que diezman la industria agropecuaria, tuvieron su encargado de transmitir el refuerzo de esos dones por intermedio de "Centauro" de propiedad del Mayor Sebastián Baldasarre y que en 1930 llegó a Córdoba procedente de La Plata. Otro Bull Terrier que insufló las mismas condiciones del anterior fue "Don Quijote de la Mancha" (para los "íntimos" "Don Key") hijo de perros importados de Inglaterra por la familia Martínez de Hoz. Hubo algunos otros servicios de esta británica raza, pero entre ellos alguno que transmitió su sordera, mal que costo mucho eliminar.
Pese a que la raza Boxer o Bulldog Alemán como se lo denominaba en los principios del siglo XX en Córdoba, no ha sido discutido cointegrante de la fórmula genética del Perro de Pelea Cordobés ni la posterior participación en la formación de nuestro Dogo Argentino, sólo se los recuerda por haber pertenecido a quienes fueron sus propietarios y es así como se menciona a ciencia cierta como la cobertura del perro de los doctores Cafferata o del boxer del que después fuere Vice presidente de la República Argentina, Dr. Enrique Martínez.
Un cocktail de 10 maravillosas razas
Con lo referido hemos puesto en evidencia, con claras evocaciones la evolución que con sacrificio, sapienza, y tenacidad convirtió el perro de Pelea Cordobés en la primera raza argentina, además queda debidamente acreditado que la composición genética es el producto de la conjunción de diez razas, las que enumeramos a continuación indicando la cualidad virtual transmitida y así tenemos que el Perro de Pelea Cordobés legó a sus descendientes combatividad, el Pointer: venteo olfativo, el Gran Danés: tamaño, el Boxer: mansedumbre y vivacidad, el Bull Terrier: insensibilidad al dolor, El Mastín de los Españoles: rusticidad y potencia, el Bulldog Inglés: proporcionó amplitud de pecho y valor, el Dogo de Burdeos: mandíbula contundente, el Irish Wolfhound: instinto de cazador de fieras y el Mastín de los Pirineos: complementaría el cuadro dándole al nuevo ejemplar de Caza Mayor el color blanco y el tamaño, tan necesarios para la función que se dedicaba el cánido que nos ocupa.
Sería pecar de ingenuidad creer que todos los pasos descriptos fueron firmes y sin contratiempos. Muchas fueron las veces que hubo de darse marcha atrás y eliminar lechigadas enteras, pero al final el trabajo tozudo conseguía del éxito buscado.
Los dos hermanos mancomunados en aquel esfuerzo, Antonio Nores Martínez y Agustín Nores Martínez, el primero como ideólogo y el segundo como colaborador y a la postre realizador de la raza deben ser considerados en un pie de igualdad en la autoría del Dogo Argentino, porque si bien primero fue proyecto la realización, los dos trabajaron en ella desde el primer día conjuntamente y el segundo dio las puntadas finales, fue el gran difusor y por fin obtuvo, mediante denodados esfuerzos de toda índole el reconocimiento de la raza por la Federación Cinológica Argentina el 23 de marzo de 196 4, la Sociedad Rural Argentina el 20 de Mayo del mismo año y la Federación Cinológica Internacional nueve años más tarde.
Rubén Passet Lastra